Hasta el 12 de septiembre de 2011 se puede ver en el museo Reina Sofía de Madrid la obra de la artista japonesa Yayoi Kusama. Los que estén por esos pagos no pueden perderse de ver esta exposición -co-organizada con el museo Tate de Londres por tratarse de una artista contemporánea- y los que no deberían aunque sea en algún ratito de sus vidas buscar qué hace esta mujer mágica y loca. Y digo loca sin intención de provocar la más mínima ofensa, a veces el arte y la locura son inseparables, pero esta japonesa realmente tiene antecedentes de vulnerabilidad psicológica.
Decidió internarse voluntariamente en 1977 en un hospital que aún hoy es su residencia y en el que ha desarrollado –paralelamente a su labor artística- una carrera literaria. Esta situación no le impidió seguir creando ya que la muestra en el Reina Sofía contiene trabajos especialmente pensados para ella.
La obra de Kusama incluye pintura, escultura, dibujo y collage, además de las instalaciones inmersivas por las que es bien conocida.
Sus pinturas evocan a fenómenos naturales que remiten a un origen lejano, y muestran una conexión con la búsqueda del infinito que también se ve en los espacios que la artista crea y en los que se puede interactuar. Las Infinity Net Paintings (cuadros de redes infinitas, 1957), con las que logró popularidad en los inicios de su carrera, muestran una idea que se volverá a repetir en obras posteriores. Como en sus esculturas acumulativas en las que incluía objetos cotidianos cubiertos por una multiplicación de formas repetidas. En los primeros ejemplos -que se pueden ver en la muestra- Kusama recubre muebles, ropa y accesorios con falos de tela rellenos y cosidos. Estas esculturas acumulativas se exhibieron por primera vez en 1962, en Nueva York, en una muestra colectiva en la que compartió espacio con artistas de la talla de Andy Warhol.
Con la influencia de la cultura hippie, a mediados de los sesenta, la artista japonesa comenzó a vivir un momento de experimentación y montaba eventos en los que la participación del público era fundamental.
En 1965 usó por primera vez los espejos en su obra “Habitación de espejo infinito: campo de falos”, y desde entonces es un elemento que ha utilizado en su arte. Para la exposición del Reina Sofía, puntualmente, elaboró una nueva “Infinity Mirror room” en la que el espectador pasa como por un espacio luminoso, cambiante y eterno a la vez, dada la ilusión creada por los espejos y la oscuridad sólo sofocada por las pequeñas válvulas de colores que van encendiéndose, cambiando de color y, otra vez, apagándose.