domingo, 7 de agosto de 2011

Kusama y el infinito

Hasta el 12 de septiembre de 2011 se puede ver en el museo Reina Sofía de Madrid la obra de la artista japonesa Yayoi Kusama. Los que estén por esos pagos no pueden perderse de ver esta exposición -co-organizada con el museo Tate de Londres por tratarse de una artista contemporánea- y los que no deberían aunque sea en algún ratito de sus vidas buscar qué hace esta mujer mágica y loca. Y digo loca sin intención de provocar la más mínima ofensa, a veces el arte y la locura son inseparables, pero esta japonesa realmente tiene antecedentes de vulnerabilidad psicológica.

Decidió internarse voluntariamente en 1977 en un hospital que aún hoy es su residencia y en el que ha desarrollado –paralelamente a su labor artística- una carrera literaria. Esta situación no le impidió seguir creando ya que la muestra en el Reina Sofía contiene trabajos especialmente pensados para ella.
La obra de Kusama incluye pintura, escultura, dibujo y collage, además de las instalaciones inmersivas por las que es bien conocida.
Sus pinturas evocan a fenómenos naturales que remiten a un origen lejano, y muestran una conexión con la búsqueda del infinito que también se ve en los espacios que la artista crea y en los que se puede interactuar. Las Infinity Net Paintings (cuadros de redes infinitas, 1957), con las que logró popularidad en los inicios de su carrera, muestran una idea que se volverá a repetir en obras posteriores. Como en sus esculturas acumulativas en las que incluía objetos cotidianos cubiertos por una multiplicación de formas repetidas. En los primeros ejemplos -que se pueden ver en la muestra- Kusama recubre muebles, ropa y accesorios con falos de tela rellenos y cosidos. Estas esculturas acumulativas se exhibieron por primera vez en 1962, en Nueva York, en una muestra colectiva en la que compartió espacio con artistas de la talla de Andy Warhol.
Con la influencia de la cultura hippie, a mediados de los sesenta, la artista japonesa comenzó a vivir un momento de experimentación y montaba eventos en los que la participación del público era fundamental.
En 1965 usó por primera vez los espejos en su obra “Habitación de espejo infinito: campo de falos”, y desde entonces es un elemento que ha utilizado en su arte. Para la exposición del Reina Sofía, puntualmente, elaboró una nueva “Infinity Mirror room” en la que el espectador pasa como por un espacio luminoso, cambiante y eterno a la vez, dada la ilusión creada por los espejos y la oscuridad sólo sofocada por las pequeñas válvulas de colores que van encendiéndose, cambiando de color y, otra vez, apagándose.

El deseo fantástico de ser hippie

No se sabe si lo que más molesta es volver a los horarios, las obligaciones… la rutina, o saber que se puede vivir de otra manera pero uno no lo intenta. O no se anima. O lo ve como un proyecto del que pocos son capaces de emprender por no tener las ataduras que lentamente impone (?) el capitalismo que requiere que trabajes, consumas, pienses a futuro y tengas un plan. La otra opción la vemos sólo en aventureros encontrados en el camino o peregrinos despreocupados por el porvenir, la observamos disimuladamente en los viajes.
Uno entra en una burbuja en la que cree que todo es posible: recorrer, descubrir, aprender, recordar, disfrutar, fantasear con convertirse en un pintor de paisajes en Montmartre, plantearse seriamente estudiar historia del arte para poder comprender bien toda la belleza que va conociendo, proponerse hacer un curso de cocina sólo como excusa para poder volver a la ciudad soñada. Son algunos de los pensamientos que uno tiene mientras está en ese estado ideal y de sensación de libertad que sólo se logra cuando se viaja.
El problema es que cuando uno vuelve todo sigue igual, aunque sea linda... la rutina, la familia, los amigos, la vida, no hay como tener esa primera emoción, ese ver algo maravilloso, ese descubrir que te llena un poquito el alma, ese momento.
Ahí es cuando uno se pregunta si algún día podrá ser lo que siempre imaginó secretamente: un hippie sin destino viviendo el presente. Y nada más.